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viernes, febrero 20, 2009

Un viaje

 -Te molesta el humor negro deduzco…-acotó en tono de disculpas el chofer. –lo importante es que sepas que no es personal, que no tengo intensiones de molestarte.

   -Mire, yo sólo quiero llegar lo antes posible a mi trabajo, pero de ser posible, sin chocar; y la verdad es que no. No me gusta ni un poco el humor negro en circunstancias como estas, que estoy llegando tarde al trabajo y encima por quedarme dormido. Aparte, no es por meterme en lo suyo, pero debería usted concentrarse más en el tránsito, que a esta hora es un desmadre, y no andar haciendo chistes tan penosos que seguro tienen que ocupar  mucho de su concentración para que afloten a la conciencia como acto reflejo. –Dijo Juan, y sintió que fusilaba al taxista sin espectadores.

   Ambos miraron por la ventana y quedaron en silencio un instante eterno, o mejor dicho, atemporal. De esos en que uno tiene los ojos abiertos pero está mirando hacia dentro. Examinándose, entre juicios y expiaciones. Entrando en la cuenta de que uno es así, de que es como es.

   El taxi era confortable, con buen olor y sus butacas brillaban embaselinadas, ensiliconadas. La misma pulcritud de los bigotes del conductor.

   Algo retuvo la concentración de Juan en la introspección unos instantes más que al taxista; a pesar de estar trabados en la ruta hacía ya más de media hora sin avanzar un solo metro. El banco de neblina se asentaba y los sembradíos y campos aledaños dotaban de verde musgo al mundo fuera del límite del coche. Y por un momento el hambre devolvió a Juan a la realidad.

   -No me entiendas mal –abrió la conversación el taxista, que reacomodaba su bufanda con los ojos puestos en el retrovisor. Y agregó: -Con este frío de muerte hay que tratar de romper el hielo cuanto antes, como para no convertirnos en estatuas… -dijo en un intento de búsqueda de complicidad con el pasajero.

   Juan le devolvió la mirada por el espejo, y mientras encendía un churro le soltó un “¿te molesta?” que sentía de compromiso. “Algo displicente quizás” pensó el chofer. La cara de Juan no dejaba entrever si la falta de sueño en exceso o su abuso desmedido ocasionaban esa actitud.

   Pasó un disco de Lennon hacia delante, y le pidió que parara en la primera estación de servicio para que pudiera mear, y se fabuló entrando en la tienda para comprar algo. Acto seguido replanteó su compulsión de consumo a lo que respondió con la frase “primo mangiare, doppo filosofare”, síntesis perfecta para apañar su falsa necesidad con excusas filosóficas.

   -Volvería a hablar del clima pero temo aburrirlo demasiado ¿por qué no se cuenta algo? Digo, como para no quedarse callado tanto tiempo ¿por qué tomó un taxi y no un colectivo ?es caro el viaje de larga distancia en taxi, se sabe. No es que me queje, yo, si es por mí, lo llevo hasta las mismísimas  puertas del infierno. Yo debería haber competido por guita con los autos. Dios me dio una muñeca privilegiada para el maneje del auto.

   Juan sostuvo una mirada aguerrida por el espejo y dijo despacio “igual no tengo un mango”

   El chofer simuló un fuerte dolor en el pecho.

   -¡No pibe ¿cómo me haces esto?! –exclamó agarrándose de la cabeza, entrelazando dedos y cabello.

   -Es que mi hijo se está muriendo y ésta es la única forma de llegar a verlo antes que muera –su rostro mutó a un puchero inmutable.

   El taxista se sintió culpable por haber elegido adrede el camino más congestionado para facturar más. Pero no se atrevió ni a comentar eso ni tampoco a liberar de la obligación de pago a ese pobre individuo.

   Juan abrió la billetera y sacó la suficiente plata como para pagar seis veces el costo del taxi. Sonrió casualmente, y se sintió acalorado unos segundos hasta que dijo: -para romper el hielo.

   -¿No me convidás una seca?...Va, si no te molesta... maestro. –dijo todavía perplejo el taxista.

   Y agregó:

   -Me llamo Ricardo, pero todos me dicen Miguel. Así que vos llamame como quieras.

   -¿En serio?

   -No, en realidad no. –dijo y contuvo la inhalación. Segundos después se pronunció muy seriamente mientras largaba el humo:

   -Me llamo Ricardo pero todos me dicen Miguel, o Miguelito. ¿Y vos?

   -Digamos que me llamo Juan, aunque pienses que me oculto tras un nombre genérico, despojado de identidad por repetición.

   -Mirá Juan, con este frío, lo más sano es mear cuanto antes, sé de lo que hablo. –dijo Miguel mientras se daba vuelta y volcaba todo su peso en el respaldar de su butaca.

   -Te aconsejo que mees acá en la banquina, total nadie va a vértela con esta neblina. Pero mejor así, porque sinó, sería como ir a una playa nudista en noruega en Navidad.

   -ah…¿y los nórdicos siempre la tienen arrugada por el frío? –inquirió Juan.

   -Sí, según estudios recientes. –reafirmó Miguel con un gesto concienzudo

   -¿estudios realizados por quién Ricardo? –inquisitivo se mostraba Juan

   -La verdad es que preferiría mantener en anonimato mis fuentes, si es que no te molesta.

   -No, no me molesta para nada. Solo que un poco para desconfiar.

   -Creeme Juan, se lo que estoy diciendo. Vos andá y meá, no vaya a ser cosa de que…a cualquiera le puede pasar con este frío de que no se da cuenta y se le escapa un pedito, o unas gotas que siempre quedan ahí, vió, usted sabe de lo que hablo.

   -No, la verdad es que preferiría tomar unos mates si no es mucha molestia. –preguntó Juan con aire de cambio de charla.

   -No tengo yerba.

   -Yo sí.

   -¿Esa es de la que se fuma?

   -La otra también se fuma.

   -¿Fumás yerba mate?

   -Sólo en casos extremos. Aunque no sabría si tomarme un mate de marihuana hoy por hoy. Y menos antes de presentarme ante semejante gente reunida solo para evaluarme. Hoy es un día especial.

   -A juzgar por tu pinta pareces un piloto de Avión. –dijo Miguel

   -Aviones de Guerra. –corrigió Juan.

   -¿y qué haces acá en Argentina?

   -Recién llego del extranjero. Estamos trabajando en conjunto con el Gobierno. Vamos a Volar las plantas industriales de las petroleras foráneas. Es la única manera efectiva de expropiar los capitales extranjeros.

   -No lo puedo creer lo que me contás –dijo Miguel verdaderamente atónito, y esbozó la misma sonrisa irónica con que se soliera reir de sí mismo cuando quedaba atónito al descubrir algo reprobable en su forma de ser.

   -Mañana aumentan las Naftas y el gas oil un 55% -asumió Juan

   -¿en serio? –sin disimular asombro dijo Ricardo

   -No, sólo un 40 por ciento, pero tengo que exagerar para legitimar mis actitudes.

   -¿O sea que mañana aumenta todo un 55%? Bah, casi un 60…

   -Claro –dijo Juan mientras tarareaba un tema conocido.

   Miguel se repreguntó que lo llevaría a aquel muchacho a mentirle compulsivamente y tiró al aire una frase armada que le servía para evitar la profundización del tema; a lo que Juan respondió:

   -Si, no cabe duda. Son todos una mierda por igual.

   Agregó en tono irónico “si el pueblo no lucha contra los aumentos deberán hacerlo las fuerzas armadas. De todas formas, aunque esté mal el clima, habrá que pilotearla hasta bombardear”

   Ambos se sonrieron de pronto. Insultaron a Murphy por lo bajo, al ver el carril de la derecha que avanzaba lentamente.

   La tos de Miguel despertó las carcajadas de Juan, que se reacomodaba como si ya estuviese pronto a seguir viaje, pero eligió una posición, que, aunque incomoda, le permitía jugar con los vidrios empañados.

   -Me vas a rallar los vidrios así. –inquirió Ricardo, creyendo en la justicia de su reclamo.

   -Tranquilo, no me puse liquito de freno en los dedos, no voy a hacer saltar de cuajo esta pintura transparente excelentísima que tienen tus vidrios…Igual, con la grasa que chorrean tus butacas puedo lubricar la piedra mas áspera o el puerco espín mas renegado que haya en toda la región, así que imaginate como resbalan mis dedos en esta ventana. Ché, Ricardo, ¿te puedo hacer una pregunta?

   -gatillá

   -Tus bigotes, ¿son postizos?

   -Si, hace mucho que los uso. –Dijo miguel amagando a poner en marcha el auto. Vio, sin embargo, la fila lateral detenerse, y perdió esperanzas que rápidamente se translucieron en su rostro.

   -¿y a qué se debe su uso?

   -Duelo. Mi padre lo usaba y falleció cuando yo tenía 11 años. Y desde allí que nunca he dejado de usarlo.

   -¿y nunca te dejaste crecer tu bigote natural? –preguntó Juan fingiendo curiosidad.

   -Si, pero no hay lo que hacer. Probé varias veces, pero el postizo me confiere una autoridad que el natural no.

   Juan miró el teléfono y simuló hacer una llamada. A su vez, Ricardo sacó de la guantera una petaca y ofreció un trago a Juan, quien aceptó aduciendo cortesía.

   -Hola –abrió la charla telefónica con impaciencia. -Estoy en camino, empiecen sin mí. No. No. ¿Cómo?! –exclamó enigmáticamente. –bien, supongo entonces que habrán de esperarme para comenzar…

   Miguel no prestaba atención a la charla de Juan y éste se decepcionó.

   Al mirar la nuca de Miguel dijo: -yo, si tuviera tu pelo, me quitaría un poquito de volumen por detrás, o me haría un rodete que combinara con un par de buenos aros de oro.

   -No lo había pensado, y eso que hice algunos cursos de asesoría estética –dijo miguel lamentándose.

   -Nada que no puedan arreglar un par de manos medianamente hábiles. También te agregaría lentes –la falta de respeto de Juan era evidente. Miguel se desmontó las gafas y se las pasó a su pasajero preguntando: -¿y estas? ¿qué te parecen?

   Juan simuló atender el teléfono y dijo:

   -Escuchame Mariana, no esperes que me case con vos. A parte, sabés lo que sería para mí circular por los pasillos de la agencia con una alianza en mi mano –y mirándose el dedo anular vacío contestó: ¡de ninguna manera! ¡No voy a permitir que te cases con Esteban! ¡el también es tu hermano! No, No, es que no entendés, mamá jamás va a estar de acuerdo!

   Miguel, un poco asombrado tras oir semejante charla, extendió nuevamente el brazo y le alcanzó la petaca a Juan, quién simuló cortar abruptamente la comunicación encolerizado.

   -Veo que estás hundido en la mierda hasta la garganta –dijo miguel viendo la posibilidad de ubicarse en el rol de psicólogo “recostate, relajate un poco” le dijo mientras al entornarse le palmeaba la rodilla derecha. “sé lo que te digo” le aseguró.

   -Es que todavía no superé lo de mi ex señora y mi hermana quiere que me case con ella ya…estoy realmente triste, confundido también, pero esencialmente triste.

   -Mirá, yo estudié tantos años psicología y acá terminé…Aunque no sirva de consuelo, cuanto menos me siento mejor conmigo mismo.

   -¿En serio?

   -No, ha decir verdad yo también estoy triste. Siempre me replanteo que debería haber huido a Ucrania o a Polonia cuando tuve la oportunidad. Allá son gente buena –concluyó Ricardo mientras perdía la vista en la neblina.

   -¿Y por qué no te fuiste? –preguntó Juan con la intención de reabrir una vieja herida. Le devolvió la petaca y suspiró como entendiendo la realidad de Ricardo.

   -¿Yo? Por un problema parecido al tuyo. Me casé con mi hermana y dejé de estudiar. Después vinieron los pibes, mellizos para colmo. Los dos hemofílicos. Un sufrimiento. No se lo recomiendo ni al peor de mis enemigos.

   -¿tenés enemigos? –reprochó Juan.

   -Si, unos pocos. Pero no son peligrosos. ¿Y vos?

   -La gente que estoy yendo a ver no son peligrosos cuando uno tiene más poder que ellos. Por ahora trabajan para mí, pero para mantener el dominio sobre ellos debo dejarles sentir que algo están ganando. La vieja consigna de cambiar algo para que nada cambie.

   -Desahogate conmigo, yo te entiendo más que nadie. Sé lo que es casarse con una hermana.

   -¿Tenés sobrinos Miguel?

   -Si, mis hijos –dijo ocultando parte de su mentira.

   -Entiendo…-reflexionó Juan en vos baja.

   -No, no es tan simple. Mi hermana tuvo hijos con mi hermano, pero cuando se divorciaron, ella los trajo a vivir con nosotros, y recién ahí vinieron los mellizos…

   Juan se dijo a si mismo que no era poco conformarse sabiendo que aquel frenético chofer fuera tanto más perverso que él.

   -¿y tenés mascotas en tu casa con tantos pibes?

   -tengo un perrito con retrazo mental, camina rengo, pero es un amor. El único problema es el pibe más grande de mi hermano que parece que es demasiado mimoso con el perrito para la edad que tiene. 19 tiene. Ché, hablando de todo un poco, ojo no te vayas a mear encima que te lo hago limpiar con la lengua. –comentó Miguel para luego sonreír y ofrecer un cigarrillo.

   -Acepto –dijo tomando el cigarro por la punta a prender fuego y poniendolo en la boca. -¿de dónde sos? me refiero –aclaró Juan –¿de dónde es ese acento tan particular que tenés? Parecería ser francés, o húngaro…

   -Cualquiera con un poquito de mundo sabría que soy inglés sin siquiera preguntar. De buenas a primeras se ve. –dijo Miguel confiando en sí mismo.

   -Hubiera jurado que eras húngaro o Checo.

   -No, soy un verdadero inglés de altos linajes.

   Juan liberando un poco de risas preguntó transmitiendo una gran soberbia:

   -¿Y vos de dónde conocés la palabra linaje?

   -Una vez la leí en un libro, de allí que no la puedo olvidar.

   -¿Cuál?

   -¿Cuál qué? –preguntó Ricardo evitando la conversación.

   El diálogo no daba para más, tanto Juan como Ricardo se sentían desgastados y vulnerables al más mínimo intento de confrontación con el otro. Ambos tomaban este “tablas” como una derrota. Ambos acostumbrados a guiar las charlas a su antojo, por figuras metafóricas por ellos construidas de forma personalizada para sus interrelatores. Ambos recordando la variedad y bastedad de la charla como un museo del surrealismo.

   Algo destapaba la congestión del tránsito, y con el correr de los metros, se fueron anunciando las luces de las sirenas y de los rayos del sol de la fresca mañana. Estas traían un funesto espectáculo a los ojos humanos, con una escenografía de metales salpicados con masa informe de carmines, rojos y bermellones; Y a los tres actores principales enfundados y listos para pasar a la historia de los recuerdo de los otros.

   Juan hizo un leve gesto a Miguel para que subiera el volumen a la música. La escena de la banquina no había pasado desapercibida. Juan volvió un segundo sobre su hombro para ver un poco más la escena, pero rápidamente cuadró su mirada en el horizonte de la ruta. Miguel encendió otro cigarrillo. Segundos después se sorprendieron mutuamente sonriendo por lo bajo.

2 comentarios:

Druida del Sur dijo...

que locura !!!!!!!!!!!!!

Udi dijo...

Dos (2) Años sin un post !!!
A ver cuando sube un texto, Jaques !