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miércoles, febrero 18, 2009

Tarde Temporal

Tarde el Temporal. Lento pero viene.


El cielo no parecía una fuente donde poder mirar los oráculos y las premoniciones. La radio del auto anunciaba el temporal más grande de la historia y no había nada que hacer contra ello.
El sistema ya estaba colapsando. Y los autos que intentaban salir del estacionamiento del shopping lo hacían anárquicamente pero siempre tendiendo en cuenta de que había otros autos que necesitaban salir también rápidamente.
En el cielo no había nubes. Notablemente se podía descubrir que el plomizo no era sino un metal líquido que con remansos aturdía la mirada de los humanejos que en su perplejidad emprendían la huida cosechando el terror. No eran nubes, eran arroyos de agua turbia suspendida sobre nuestras cabezas.
Le dije a mi madre que se apurara, pero lamentablemente ella no puede ir tan rápido como yo quisiera. Le cuesta emprender cambios y más aún, le cuesta mucho tomar decisiones bajo presión. Pero no había solución. Yo no tengo registro y ella nunca estaría dispuesta a romper las reglas. 
Era el momento de huir. Desde el quinto piso hasta la planta baja donde se encontraban los accesos y salidas del estacionamiento logramos llegar bastante rápido. De hecho no eramos los últimos. Atrás nuestro había muchos vehículos.
Pero como todos sabemos, en la desgracia anidan los rapiñeros. 
-Son diez pesitos maestro -dijo el hombre que ordinariamente cuidaba los autos en calle continua al shopping.
Me asomé por la ventanilla, un poco enfadado por la desfachatez e imposición con la que este hombre exigía plata y le dije diplomáticamente, de hecho, intentando la mayor aproximación posible -disculpe jefe, no tengo un mango...
Automáticamente, éste le hizo un gesto a mi vieja, que se aferraba al volante con ambas manos, para que diera la vuelta. 
Ella, sin poder contestar a la consigna empezó una maniobra que abrumaba a los otros conductores ya que todos querían salir cuanto antes de allí. El embotellamiento previsible, me irritaba. La impotencia me carcomía. ¿cómo puede ser que me cobren para salir? La debería haber obligado a mi vieja a que lo pisara a ese hijo de puta. 
Me bajé del auto antes de que mi vieja terminara de dar la vuelta para hablar con este hombre, porque la situación se hacía insostenible.
-jefe, realmente no tengo un mango, dejenos salir, si usted no es de acá del shopping.
-mirá pibe, si no querés pagar no pagues, pero yo tengo que alimentar a mis hijos. hace 25 años que vivo de esto. A vos te parece que me voy a dejar basurear por un pendejo amarrete que no quiere tirarme 10 pesitos -me dijo con un tono que englobaba todo dentro de una perfecta lógica- además, tengo una familia grande que mantener, seguro que si laburás, vos me vas a enteder.
-Si claro -dije poniendo mi máxima cara de amistad- lo que pasa es que se vienen las tinieblas y la verdad es que no me parece que me tengas que obligar a pagarte para salir.
-yo te entiendo pibe, pero fijate que la gente del shopping ya se fue y sólo yo me quedo a laburar acá exponiendomé a lo que pueda pasar con este tormentón. -dijo apelando a mi conciencia. Los bocinazos atrás mio la pusieron a mi vieja tan nerviosa que se quedó trabada a mitad de camino sin poder ni entrar ni salir, y obstruía el paso de todos. Yo me empecé a poner nervioso, y mi gesto cambió complemente.
-Mirá flaco, o nos dejás pasar, o te dejamos el auto acá trabado y te vas a perder de cobrarle a los otros. vos elegis.
-Yo te entiendo -me dijo despreocupado- pero es que si te dejo pasar a vos, los tengo que dejar pasar a todos, así es la ley
-De qué ley me hablás, caradura -dije ya en plena efervecencia- dejame pasar antes de que te rompa la cabeza
-Policía! -grito el chanta delante mío. Yo creí que me estaba tomando el pelo, y cuando me disponía a golpear su nuez de adán, un policía me grita -Alto o disparo! -yo me dí vuelta y comprobé que un uniformado me apuntaba directamente a la cabeza a una distancia corta.
-Tranquilo jefe, yo sólo quiero pasar y este hombre me quiere cobrar diez "pesitos" -le dije trantando de generar confianza
-La ley es la ley. O paga o se dá la media vuelta. 
Un conductor desde atrás mientras tocaba bocina gritó -Policía, detenga a esa mujer!, saquelé el carnet, por amor de Dios! Nos está bloqueando la salida!Vamos a morir todos aquí por culpa de esa estúpida!
-Señora! Bájese del auto con las manos a la vista y póngalas sobre el techo. -dijo el policía mientras le apuntaba ahora a mi madre. La situación se había convertido en insostenible, yo tenía ganas de llorar pero no podía hacerlo. No era ni el momento ni el lugar, ahora había que zafar de esa amenaza directa que era el arma en manos de un ser empeñado en hacer cumplir las reglas.
Entre sollozos, mi madre me imploró que me subiera al auto a lo que accedí de mala gana, pero cuando lo estaba haciendo, ella le dijo al policía -vea inspector, voy a sacar plata para pagarle al muchacho, y ahí fue cuando se me fundió la biela. No, no podía ser que le tuvieramos que pagar a esos ladrones con tarifario. -MAMÁ: ni se te ocurra darle plata a estas ratas ventajistas -le dije increpándola. 
-Subite al auto y vamos para arriba, que en definitiva no se va a inundar todo hasta el quinto piso.
Cuando la amenaza se cierne sobre nuestras cabezas buscamos un escape rápido. Claro que todo tiene un precio. Uno puede pagar los diez "pesitos", pero en realidad el costo es mucho mayor. Entiendo que muchos estén acostumbrados, pero eso no quiere decir que uno no pueda hacer su propia evaluación. 
Es hora de rupturas. Es hora de recuperar posiciones. Es hora de volver hacia atrás, para tomar envión y quebrar las barreras impuestas.

La historia del mundo es la suma de aquello que hubiera sido evitable.

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