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sábado, abril 15, 2006

El beneficio de la duda

El sol abrazaba uno a uno los listones de madera despintada de la persiana, y así como no había razones para levantarse cuando se dormían 18 horas seguidas, el seguir durmiendo era no dar chance a un nuevo día.
Cuando surgió la idea de gusto a mate en el recuerdo, asocié directamente las ganas de levantarme con la necesidad de decir buen día a mi mujer, pero ya no estaba. No debe ser fácil convivir conmigo.

El humo azul del cigarrilo parecía molestar a mis párpados, que con un discurso de lágrimas, intentaban convencer a mi conciencia de que por lo menos y “¡por mis ojos!”, intentara levantar el mentón al fumar.
Alejé el cenicero y empecé a tomar mates de pié a la “melosada” (mesada de loza, que en una noche de kamasutra culinario había sido bautizada por mí bajo ese mote).
También era espejo de cómo había estado el día anterior antes de irme a dormir. Y era indicador de cuanto hambre debería tener en ese momento en base a lo que hubiera comido el día anterior. Era buena ejercitación de mnemotécnia para recordar que había hecho el día anterior, un paneo general.
Algún pájaro llamó mi atención de manera sutil, por no decir aguda, y sin darme cuenta, como transeúnte que compra porque le han vendido algo, estaba ya parado ante la ventana del salón con el termo y el mate, mirando sucesos extraños, casi incomprensibles. El silencio paradisíaco desde dentro de la casa, parecía ser una línea de metro que nunca tocaba con las otras. El ruido gris de afuera era una fiera. Creí que prefería al sol que podía pasar a través de mi ventana sin hacer ruido, a toda la gris suciedad de la ciudad. Que prefería la imagen al sonido. Instantáneamente me dije: “qué imbécil. Que preferencia estúpida. Qué carajos tengo que andar prefiriendo una cosa a otra!. Las cosas son como son y ya. Como si otorgar una escala de valores me ayudara a algo.”
Recalo que tengo la mirada perdida en el árbol que está a escasos metros de mi ventana, y me comunico visualmente con un pájaro. Recaigo en que tengo barba ya con canas y que todavía no he hecho eso que aún espero sin saber que és. Sospecho que mi postura es adictiva, y miró hacia atrás para ver todas las épocas de crisis en mi vida. Pero sé que todas fueron máscaras de la pereza o la esperanza. Esa fé ciega, esa religión que es el beneficio de la duda. Ese pájaro está mirando el mundo desde las alturas. Y yo desde mi ventana personal. Mi visión con el marco de conciencia que yo le procuro. Bajá, pájaro cagón! Metete vos también en la jungla. Bajá pajarito pelotudo. Abajo te esperan fieras que no saben que todo es casual. Vos sos casual, vos que ahora me volvés a mirar a los ojos.

1 comentario:

Udi dijo...

Tengo que pensarlo bien, leerlo de nuevo. En principio hay un aire a Humphrey Bogart, a detective fracasdo. A canción de Sabina. A personaje de Soriano. En suma, a antihéroe, a tipo golpeado por la vida, que, sin embargo, aún guarda alguna reserva ética. Aún es capaz, en la intimidad, de emocionarse. Pero, naturalmente, se cuida muchísimo de demostrarlo.
Me gusta, hay que trabajar en ese registro. Por que, como dije en alguna parte: ¿Quién puede amar a un héroe impoluto?
A un muñequito he-man ?
Los hombres de verdad se golpean y caen y levantan, y si los aman es por eso último: por levantarse después de las caídas.